martes, 25 de agosto de 2009

Población y Economía


Es difícil hallar estimaciones generales de población en Ecuador. Un cálculo oficial la establecía en 1882 en 946.000, y una cuidadosa conjetura, para 1905, en 1.150.000. La Commercial traveler's guide to Latin America, del Departamento
de Comercio de los Estados Unidos, señala que el total se estimaba entre 1.300.000 y 2.000.000 a principios de los años veinte, y se inclina hacia la cifra menor. La población de las dos principales ciudades de Ecuador aumentó de modo sostenido durante el periodo. La de Guayaquil creció de 44.000 en 1890 a 70.000-75.000 en 1908, y a 120.000 en 1930. Quito sólo tenía alrededor de 50.000 habitantes cuando llegó el ferrocarril en 1908, pero de allí en adelante su población
comenzó a incrementarse con mayor rapidez. Para 1930, las cifras de la ciudad eran aproximadamente cercanas a las de Guayaquil.
Hasta la década de 1920 el desarrollo económico de Ecuador estuvo, en este periodo, menos marcado por la crisis y el cambio que el de Colombia. El cacao dominaba sus exportaciones, y estos años vieron una bonanza que convirtió al país, durante algún tiempo, en el mayor productor del mundo. Las plantaciones se expandieron. El sistema de producción era un arreglo típico entre dos tipos ideales: los terratenientes de la costa contrataban a los sembradores, quienes tomaban bajo su cuidado un número determinado de árboles hasta que éstos iniciaran su producción, recibiendo avances en efectivo y el derecho a mantener entre tanto sus propios cultivos de subsistencia. Ellos mismos, sus familias y otros trabajadores también servirían como peones en las partes productivas de la plantación. La costa continuó atrayendo mano de obra de la sierra, como lo había hecho al menos desde el siglo xvm. Los adelantos que daban los terratenientes
a los sembradores y peones pueden tener la apariencia de un riguroso peonaje por deuda, pero la evidencia de la movilidad y la competencia modifican esta impresión. Lo mismo sucedió con la literatura sobre el carácter del costeño mestizo ecuatoriano, el «montuvio», no siempre representado como respetuoso. Se ha argumentado que quienes no se hallaban empleados en el cacao tenían una particular tendencia al alfarismo, pero se podría aventurar que las mismas actitudes afectaron a los trabajadores de las plantaciones.
Las plantaciones de cacao eran en general empresas grandes. Algunos propietarios
mayores estaban también vinculados a la banca y al comercio exterior, pero Guayaquil también generaba una comunidad bancaria y comercial no directamente
asociada con plantaciones de cacao. Aunque se hallaba presente el capital extranjero, éste no era dominante. La producción y comercialización del cacao en ciertos aspectos prefigura la producción independiente de bananas en la costa, que finalmente la reemplazó, la cual no ha estado subordinada tampoco al capital extranjero. El cacao produjo un pequeño número de millonarios con medios suficientes para vivir bien en París.
El consumo mundial de cacao se duplicó entre 1894 y 1903, nuevamente entre 1903 y 1912, y una vez más entre ese año y 1924; en otras palabras, aumentó ocho veces entre 1894 y 1924. En 1894 Ecuador produjo el 28 por 100 de la producción mundial, superando el 24 por 100 del Imperio británico, y duplicando en cantidad a su más cercano rival, Brasil. Esta proporción descendió
al 6,5 por 100 en 1924, mientras que las colonias británicas en África produjeron el 53,5 por 100. Hubo claras señales de crisis antes de la primera guerra mundial, y la bonanza llegó a su fin para Ecuador en la década de 1920, por la combinación de la competencia británico-africana, un superávit mundial y la llegada a la costa ecuatoriana y la proliferación de enfermedades del cacao.
Como en otros lugares, en este periodo sólo pueden observarse los comienzos
a pequeña escala de una industrialización moderna de sustitución de importaciones,
complicada en Ecuador por la continuidad y adaptación de la producción
tradicional de textiles. Pese a las vicisitudes, ésta nunca había desaparecido de la sierra. La confección de sombreros persistió también, habiendo declinado en la costa pero crecido en la región de Cuenca, donde se sostuvo con firmeza hasta la llegada de las modas que acabaron con el sombrero masculino, después de la segunda guerra mundial. Un mejor sistema de comunicaciones, entre ellas el ferrocarril construido por Alfaro y Harman, produjo cierto impacto, aunque no cambios dramáticos.
Las condiciones de la población indígena de las tierras altas sólo cambió con lentitud, aunque algunos historiadores han detectado mayores conflictos entre la población indígena y el Estado en los últimos años del siglo xix, con la creciente demanda para el trabajo indígena en las obras públicas. Parece también que desde 1870 en adelante hubo una penetración creciente de manufacturas importadas,
con efectos negativos para la producción artesanal de la sierra, en parte de producción indígena.
Pero siempre ha habido levantamientos aislados, y el patrón de estos años no es todavía claro. Alfaro reclamaba a veces en su retórica la redención de la raza oprimida, pero por su escaso conocimiento del problema no avanzó más allá de la retórica. En 1916 el presidente Baquerizo Moreno cambió la ley de prisión por deudas, paso que algunos han considerado como la abolición legal del «concertaje», es decir, el peonaje por deuda de la sierra.

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